jueves, 30 de noviembre de 2006

La educación en telépolis

Dice Javier Echeverría de la Universidad del País Vasco, en su interesante libro “Telépolis: Los señores del aire”: que suele hablarse de los internautas que navegan por el ciberespacio, y del “surfing” en Internet. Aclarando que, sin embargo, es preferible comparar a Internet con un conglomerado de calles y callejones y no con el océano, por los siguientes motivos:

Como en las calles y boulevares de las ciudades, hay mucha gente que se conecta con Internet para curiosear. Unos se detienen ante la sex-shop, otros participan en charlas y grupos de debate; no faltan quienes salen a Internet para ir de compras. Algunos van el cine. Otros visitan museos, universidades o bibliotecas. Mucho telepolitas (ciudadanos de Telépolis) ponen anuncios en Internet vendiendo, comprando, informando, opinando o intercambiando conocimientos. Desde que los periódicos y las revistas han adoptado el formato del World Wide Web, muchos ciudadanos se dedican a ojear la prensa en el telekiosco. Los jóvenes son particularmente aficionados a circular por el zoco de la ciudad global, como siempre sucedió en las ciudades. En resumen, el ciberespacio ofrece toda la pluralidad de formas de interacción humana que han caracterizado a la sociedad civil, incluidas las formas privadas e íntimas de interrelación (chats).

La mayoría de los usuarios de Internet suelen dirigirse a lugares precisos, cuyas direcciones conocen previamente. Algunos curiosean y navegan, pero la mayor parte sabe bien cómo llegar al sitio del ciberespacio que le interesa. No siguen un rumbo, sino un camino. Primero salen de casa (ya están en el Web), luego doblan una esquina (buscan una dirección), llegan a ella, eligen un portal, se introducen en él, pasan a los diversos salones (ventanas de la página Web) y finalmente, si algo les interesa sobremanera, llaman a una puerta (clave de acceso) hasta que conectan personalmente con aquella institución, empresa o individuo que buscaban. La circulación de los usuarios de Internet, se parece muy poco a una navegación marina y mucho a la circulación por una ciudad, siguiendo un código de señales y direcciones previamente conocidas.

Tras haber conectado con el lugar deseado, uno guarda y archiva lo que allí logró. De nuevo estamos en un esquema plenamente ciudadano: es como haber comprado un periódico, haber buscado un artículo en una biblioteca o unos datos en un centro de documentación, o simplemente como haber ido a una tienda, a un concierto, a un cine o a unos grandes almacenes. La novedad estriba en que lo que uno había visto u oído en una ciudad, lo guardaba en su mente. Ahora lo archiva en alguna de las prótesis mentales que caracterizan a los ciudadanos de Telépolis: el disco duro, el CD-Rom, el hipertexto del World Wide Web, etc.

En la calle mayor de Telépolis, en la cual desembocan muchísimas otras calles (red o ayuntamiento de redes ), numerosas empresas, instituciones y personas privadas han puesto en sus portales un nombre y dirección (las Home Pages). De suceder esto en el mar, sólo se daría en las costas. Y ni aun así es comparable la estructura de topónimos marinos con la organización potencialmente ciudadana de Internet. Si algo tiene valor en esta red telemática mundial, como antaño en cualquier cuidad, es saber dónde puede uno encontrar lo que desea o contactar con la persona o institución que le interesa. Los múltiples directorios de Internet que actualmente se publican muestran la tendencia de la red a urbanizarse y a convertirse en parte de una ciudad.
Sea como sea, el vertiginoso crecimiento de Internet permite vislumbrar la aparición de un nuevo espacio público, en el que los ciudadanos dejan de ser espectadores pasivos (como ante la televisión) para convertirse en protagonistas activos de sus propias decisiones e intereses. Internet y las redes telemáticas permiten que los espectadores se conviertan en actores, cuando no en agentes sociales.

Y si bien es cierto, que las cadenas de televisión han ido creando las plazas de la nueva ciudad (telépolis), tanto públicas como privadas. En ellas tienen lugar los grandes espectáculos que se organizan en la ciudad global: Olimpíadas y competiciones deportivas mundialistas, conciertos musicales, fiestas, guerras, desórdenes y acontecimientos históricos en general, (magnicidios, insurrecciones, negociaciones, tratados, funerales, odas, etc.). Cientos de millones de personas suelen estar pendientes de estos grandes eventos, característicos de la ciudad global; en Internet, Las veinte o treinta mil redes confederadas que componen Internet reciben los usos más diversos: grupos de debates, tertulias públicas o privadas, investigación científica, periodismo electrónico, correos, consultas a bibliotecas y centros de documentación, televenta, telecompra, teletrabajo, telesexo, telesalud… y sobre todo, un gran apoyo educativo por su inacabable información.

De tal suerte que Internet no sólo es un nuevo medio de comunicación e información, sino un nuevo medio de producción e interacción, que impacta tanto la vida pública como la privada. Por lo que prefigura una nueva forma de ciudad que va emergiendo en estos principios del siglo XXI y, por ende, exigente de un nuevo ciudadano.

Lástima que los responsables de la educación de nuestros hijos, no quieran darse cuenta de que la ágora, la academia, el liceo, el parvulario y la propia escuela, hay pasaron a ser historia. Lástima que no se percaten que seguimos viviendo en el mismo lugar y con la misma gente, como dice la canción, en vez de apostarle a telépolis y a la “educación digital”, o sea –Internet- y no libro de texto, mouse y no gis y pizarrón. Así es que empecemos ya.

¿Nuevo alfabetismo para el siglo XXI?

Desde el origen del hombre se ha entendido el concepto de “alfabetismo” como la habilidad de interpretar desde las pinturas rupestres realizadas en cuevas, hasta los garabatos que aparecen en una hoja de papiro como signos con los que se expresa una idea, una concepción, o un significado. Enseñar pues a unir palabras para entender y expresar ideas más complejas, se convirtió desde hace miles de años en uno de los objetivos centrales de la educación.

Pero hete ahí, que actualmente la información sobre el mundo en el que vivimos hoy, nos llega no solamente en palabras escritas sobre papel; sino cada vez con mayor frecuencia, mediante imágenes y sonidos provenientes de nuestra cultura multimediática, obligando a nuestros niños y niñas a tener fluidez para la “lectura” y la “escritura”, del lenguaje de los medios, de la misma manera como hasta ahora, les habíamos facilitando “leer “ y “escribir” el lenguaje de la comunicación impresa.

Tal situación plantea un reto formidable al mundo de la educación formal; puesto que durante siglos, la escolaridad se ha diseñado para asegurar que el estudiante aprenda hechos acerca del mundo, que debe demostrar que sabe, contestando correctamente preguntas de exámenes o pruebas. Pero este sistema se vuelve inapropiado cuando los hechos de mayor actualidad están al alcance de todas las personas simplemente oprimiendo el botón de la televisión o de la computadora. De ahí que lo que los alumnos de hoy, lo que realmente requieren es aprender a encontrar lo que necesitan saber, cuando lo necesitan y cómo analizar y evaluar si la información que han encontrado es útil para lo que requieren aprender.

Al respecto, David Berio señala que: “la mayoría de lo que hemos llamado educación formal, ha tenido la intención de imprimir en la mente humana toda la información que podríamos necesitar en la vida. La educación está dedicada al almacenamiento de información. Esto no es hoy en día, ni posible ni necesario. Por el contrario, a los seres humanos se les debe enseñar cómo procesar información que se almacena con tecnología. La educación debe enfocarse en el manejo de datos más que en la acumulación de estos”.

De ahí que la transformación de nuestra cultura de una Era Industrial a una Era de la Información, constituye la razón de ser de este nuevo analfabetismo que, acoplado con una nueva forma de aprender, es crítica en el siglo XXI.

La pregunta crucial para los maestros del nuevo milenio será entonces ¿Cómo van a enfrentar a esta alfabetización? Seguramente que no existe una respuesta categórica para afrontar con éxito este descomunal reto. Pero sí podemos asegurar que en primer lugar, se requiere que los profesores cambien de mentalidad acerca de los viejos paradigmas educativos y aceptar el pensamiento del gran educador brasileiro Paulo Freire cuando expresa: “La educación debe diferenciarse de la “banca”. Ya no es necesario que los docentes sigan depositando información en la cabeza de los estudiantes. El maestro sensato de hoy, debe darse cuenta que él ya nunca jamás deberá actuar como “Letrado en el estrado”, sino más bien, como tutor, guía, conductor, que aliente, aconseje y apoye el proceso de aprendizaje. Las aulas de clase creativas de hoy son aquellas en las que todos aprenden incluyendo a los maestros.

En segundo lugar, los docentes deberán entender que las aulas de clase deben de transformarse de sitios en que se almacenan conocimientos, a espacios educativos que ofrezcan a los alumnos la oportunidad de explorar, experimentar, descubrir…

Y en tercer lugar, tendrán que reconocer que el currículo, las clases y las actividades, deben diseñarse de tal manera que comprometan a los niños y jóvenes, tanto en encontrar soluciones a los problemas, como en la realización de descubrimientos; permitiéndoles que sean ellos mismos los que se apropien del conocimiento.

Ojalá que pronto seamos testigos fidedignos de esa revolución educativa que nos exige y reclama la nueva Sociedad del Conocimiento.

Pedagogía Informacional

En el transcurrir de la historia de la humanidad, la concepción de pedagogía ha cambiado, condicionado por los andamiajes sociales, culturales e ideológicos de los pueblos. De ahí que haya pasado de un servicio doméstico – de la sociedad esclavista griega- a una forma de operar, transmitiendo formalmente conocimientos para preservar la cultura o un orden social establecido a través de los sistemas educativos.

Los paradigmas pedagógicos han oscilado con un enfoque más o menos centrados en el docente o en el alumno, en el aprender haciendo o memorizando, etc. De tal suerte que cada sociedad ha construido un modelo educativo propio, que le ha permitido enfrentar a veces con éxito y algunas no con tanto, los retos y desafíos que esas sociedades le han exigido.

En los inicios del Siglo XXI ante las embravecidas aguas de la globalización y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la nueva sociedad pugna aceleradamente en convertirse en una sociedad informacional, del conocimiento o del aprendizaje, razón más que suficiente para replantear el quehacer pedagógico, mediante una reingeniería educacional que nos permita formar integralmente al ciudadano del mañana.

Estos insólitos escenarios sociales, demandan de una nueva arquitectura educativa, dirigida a un aprendizaje de por vida y a un autodidactismo, que nos permita lograr con cierta facilidad, asimilar los cambios vertiginosos característicos de la época, a través de una nueva hipótesis pedagógica: “aprender a aprender”, utilizando adecuadamente la vasta información en el proceso de aprendizaje. Este nuevo enfoque se le denomina “Pedagogía Informacional”; ante el cual, los maestros y alumnos deben de asumir un nuevo rol más pertinente entre la experiencia humana y la información existente; y sobre todo, que al margen de la información integral del alumno, debemos caer en cuenta que la información debe ser el punto de partida y de llegada en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Desde esta perspectiva, un supuesto mayor de la “Pedagogía Informacional”, radica en que, los verdaderos rendimientos educativos para responder a las exigencias de aprender para toda la vida implican el uso de la información en todas sus dimensiones: acceso, análisis, interpretación, evaluación, producción, etc.; pero este nuevo paradigma no es en sí mismo una respuesta teórica, sino que cuenta con implicaciones prácticas de carácter laboral; por ejemplo, cada vez más, la generación, proceso y transmisión de la información configura los sistemas productivos, financieros y políticos, y en el campo laboral los “trabajadores del conocimiento” acceden a más y mejores empleos, ya que la sociedad industrial con sus aparatosas maquinarias y líneas de obreros inmensas, dan paso a la cultura del microchip, de la información, de la telemática y de la robótica, en donde predomina la información yu el conocimiento como el capital por excelencia.

La “Pedagogía Informacional” por su propia conceptualización está íntimamente relacionada a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC); en efecto, tal como lo señala Berta Sola Valdés “el impacto de las nuevas tecnologías en el área de la información y la comunicación nos lleva a reflexionar sobre los métodos y procesos educativos… el potencial que ofrece Internet para la educación es enorme, si tomamos en cuenta que para el sistema educativo, lo más importante es la información y el conocimiento”.

Pero ¿cuál es la relación entre esta teoría pedagógica y la sociedad informacional?; tal como lo señala Carlos Frade –citado a Castells- la sociedad informacional es “una forma específica de organización social, en la que la generación, el procesamiento y transmisión de la información, se convierten en fuentes fundamentales de productividad y poder”; de ser así, los centros educativos, y en ellos las aulas, y por ende sus docentes y estudiantes deberán asumir que la información es lo crucial y el punto neurálgico para articular los sectores educativos y productivos; es decir, el sistema educativo debe preparar ciudadanos para estas nuevas formas de producción y de poder. Sobre esto, anota Cornella en su ensayo que “una población educada es parte de la política industrial” de una nación, señalando que las políticas educativas deben perfilarse hacia el enfoque competitivo de la economía nacional; asimismo, citando al Premio Nóbel Gari Becker (1997), argumenta que la educación de la población es e mejor salvavidas de una economía; en este contexto, toda inversión en educación es un “seguro” frente a la fragilidad de las burbujas especulativas y bursátiles.

El clásico y lancasteriano “yo enseño, tú aprendes”, y todo su entorno, comienza a ceder espacios a un nuevo paradigma; en el cual, tal como lo describen Coderech y Guitert: en “¿cómo podemos aprender y enseñar con Internet?”, “las nuevas tecnologías, específicamente los sistemas telemáticos, son medios interesantes para introducir pedagogías alternativas y potenciar cambios en las estructuras educativas”.

Es por eso que debemos cambiar la pedagogía bancaria como bien lo señala Paulo Freire, a la Pedagogía Informacional, si queremos volver pertinente a nuestra decrépita educacional tradicional. Así es que empecemos ya.