Desde el origen del hombre se ha entendido el concepto de “alfabetismo” como la habilidad de interpretar desde las pinturas rupestres realizadas en cuevas, hasta los garabatos que aparecen en una hoja de papiro como signos con los que se expresa una idea, una concepción, o un significado. Enseñar pues a unir palabras para entender y expresar ideas más complejas, se convirtió desde hace miles de años en uno de los objetivos centrales de la educación.
Pero hete ahí, que actualmente la información sobre el mundo en el que vivimos hoy, nos llega no solamente en palabras escritas sobre papel; sino cada vez con mayor frecuencia, mediante imágenes y sonidos provenientes de nuestra cultura multimediática, obligando a nuestros niños y niñas a tener fluidez para la “lectura” y la “escritura”, del lenguaje de los medios, de la misma manera como hasta ahora, les habíamos facilitando “leer “ y “escribir” el lenguaje de la comunicación impresa.
Tal situación plantea un reto formidable al mundo de la educación formal; puesto que durante siglos, la escolaridad se ha diseñado para asegurar que el estudiante aprenda hechos acerca del mundo, que debe demostrar que sabe, contestando correctamente preguntas de exámenes o pruebas. Pero este sistema se vuelve inapropiado cuando los hechos de mayor actualidad están al alcance de todas las personas simplemente oprimiendo el botón de la televisión o de la computadora. De ahí que lo que los alumnos de hoy, lo que realmente requieren es aprender a encontrar lo que necesitan saber, cuando lo necesitan y cómo analizar y evaluar si la información que han encontrado es útil para lo que requieren aprender.
Al respecto, David Berio señala que: “la mayoría de lo que hemos llamado educación formal, ha tenido la intención de imprimir en la mente humana toda la información que podríamos necesitar en la vida. La educación está dedicada al almacenamiento de información. Esto no es hoy en día, ni posible ni necesario. Por el contrario, a los seres humanos se les debe enseñar cómo procesar información que se almacena con tecnología. La educación debe enfocarse en el manejo de datos más que en la acumulación de estos”.
De ahí que la transformación de nuestra cultura de una Era Industrial a una Era de la Información, constituye la razón de ser de este nuevo analfabetismo que, acoplado con una nueva forma de aprender, es crítica en el siglo XXI.
La pregunta crucial para los maestros del nuevo milenio será entonces ¿Cómo van a enfrentar a esta alfabetización? Seguramente que no existe una respuesta categórica para afrontar con éxito este descomunal reto. Pero sí podemos asegurar que en primer lugar, se requiere que los profesores cambien de mentalidad acerca de los viejos paradigmas educativos y aceptar el pensamiento del gran educador brasileiro Paulo Freire cuando expresa: “La educación debe diferenciarse de la “banca”. Ya no es necesario que los docentes sigan depositando información en la cabeza de los estudiantes. El maestro sensato de hoy, debe darse cuenta que él ya nunca jamás deberá actuar como “Letrado en el estrado”, sino más bien, como tutor, guía, conductor, que aliente, aconseje y apoye el proceso de aprendizaje. Las aulas de clase creativas de hoy son aquellas en las que todos aprenden incluyendo a los maestros.
En segundo lugar, los docentes deberán entender que las aulas de clase deben de transformarse de sitios en que se almacenan conocimientos, a espacios educativos que ofrezcan a los alumnos la oportunidad de explorar, experimentar, descubrir…
Y en tercer lugar, tendrán que reconocer que el currículo, las clases y las actividades, deben diseñarse de tal manera que comprometan a los niños y jóvenes, tanto en encontrar soluciones a los problemas, como en la realización de descubrimientos; permitiéndoles que sean ellos mismos los que se apropien del conocimiento.
Ojalá que pronto seamos testigos fidedignos de esa revolución educativa que nos exige y reclama la nueva Sociedad del Conocimiento.
jueves, 30 de noviembre de 2006
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