viernes, 9 de febrero de 2007

La educación del tercer milenio


Jordi Adell, Doctor en filosofía y ciencias de la educación y profesor del Departamento de Educación de la Universidad Jaume I en Castellón, España, sostiene que: “desde la década de los sesenta, numerosos autores y estudiosos han propuesto dividir la historia humana en fases o períodos caracterizados por la tecnología dominante de codificación, almacenamiento y recuperación de la información”. Agregando que: “la tesis fundamental es que tales cambios tecnológicos, han dado lugar a cambios radicales en la organización del conocimiento, en las prácticas y formas de organización social y en la propia cognición humana, esencialmente en la subjetividad y la formación de la identidad. Concluyendo que sólo adoptando una perspectiva histórica es posible comprender las transformaciones que ya estamos viviendo en nuestro tiempo”.

Al igual que Alvin Toffler en su “Tercera Ola”, Jordi asegura que en la historia de la humanidad, ésta ha pasado por cuatro revoluciones a saber: la primera, hace varios cientos de miles de años, cuando emergió el lenguaje en la evolución de los primates: “el lenguaje oral”; es decir, la codificación del pensamiento mediante sonidos producidos por las cuerdas vocales y la laringe fue; sin duda, un hecho revolucionario.

La segunda gran revolución, fue producto de la creación de signos gráficos para registrar el habla. Levinson afirma que: “la fluidez y abstracción del habla creó la presión evolutiva necesaria para la comunicación, más allá de los límites biológicos”: la escritura”.

La palabra escrita permitió la independencia de la información entre el hablante y el oyente, determinando la posibilidad de preservar para los ausentes y para la posteridad, el registro de lo dicho – escuchado. La difusión de la escritura fue muy lente y poco generalizada; de hecho, la escuela como institución es una consecuencia de la alfabetización. De ahí que las primeras escuelas daten de 2 000 años a.c. en Sumeria, cuyo objetivo fue enseñar la escritura cuneiforme (signos en forma de cuñas), a una clase social privilegiada, a los especialistas denominados “escribas”.

La Tercera revolución se debió a la aparición de la imprenta como un simple desarrollo de la fase anterior, puesto que a fin de cuentas el código es el mismo en la escritura manual que en la impresa. “Sin embargo, la posibilidad de reproducir textos en grandes cantidades tuvo una influencia decisiva en el conjunto de transformaciones políticas, económicas y sociales, que han configurado la humanidad y el mundo tal cual es ahora. La imprenta significó la posibilidad de producir y distribuir textos a “granel”, restaurando en parte la interactividad del habla, perdida en el texto manuscrito”, según S. Harnad.

Y por último, la cuarta revolución, en la que estamos inmersos, es la de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la de los medios electrónicos y la digitalización, un nuevo código más abstracto y artificial de representación de la información, que nos exige aparatos electrónicos para producirla, descifrarla y distribuirla. Los cambios ligados a esta cuarta revolución se están produciendo en este mismo instante y; además, dependen de numerosos factores sociales y económicos, no sólo tecnológicos.

Los satélites de comunicación y las redes terrestres de alta capacidad (Internet), que nos permiten enviar y recibir información al segundo, desde cualquier lugar de la tierra, están presentes. Este es el entorno de los niños y jóvenes de hoy (nativos digitales), el mundo para el cual tenemos la obligación de formarlos en las instituciones educativas, en los hogares, en las calles, en los espacios educativos de la ciudad, en comunidades de aprendizaje virtuales, etc.

Estos nuevos entornos de enseñanza-aprendizaje exigen nuevos roles en profesores, estudiantes y padres. Al profesor como única fuente de información y sabiduría y de los estudiantes como receptores pasivos, debe dar paso a papeles bastante diferentes. La misión del profesor del siglo XXI en entornos ricos en información como lo está la Internet, será la de facilitador, tutor y consejero, sobre fuentes apropiadas de información, la de creador de hábitos y destrezas, la de potencializador de competencias, la de búsqueda, selección, tratamiento y aplicación de la información.

Posiblemente nos cueste trabajo aceptar esta nueva educación digital, que nos están exigiendo los educandos de hoy, ¿pero qué podemos hacer? Nada más y nada menos, que reconocer que todas las instituciones sociales son producto de una evolución histórica y de su adaptación sucesiva a las demandas de una nueva sociedad, por lo cual es nuestra obligación como profesionales de la educación preparar y formar una nueva generación para el futuro y no para el presente y aún menos para el pasado. Así es que empecemos ya.

lunes, 15 de enero de 2007

La escuela de los "nativos digitales"

“Tenemos que preparar a los jóvenes
para afrontar el futuro, no nuestro pasado”
A. Clark


Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han evolucionado tan profusamente en las últimas décadas, desde televisión de los años setenta, hasta el teléfono celular de nuestros días, pasando por la computadora y el Internet en los finales del siglo XX, que vivimos con el Jesús en la boca, asombrados y perplejos ante esta verdadera revolución tecnológica.

Lamentablemente cada uno de estos aparatos electrónicos, han querido impactar en la educación sin lograrlo totalmente, muy a pesar de ser magníficos auxiliares didácticos de la enseñanza.- Seguramente que tú, amable lector, como yo, nos preguntemos: ¿cuál ha sido la razón de tal desatino?

Indiscutiblemente que hay un sinfín de causas que han determinado la poca aceptación de estas herramientas en la integración al quehacer pedagógico, entre las cuales podemos mencionar fundamentalmente la tenaz y feroz resistencia de los maestros al uso de estas tecnologías, como consecuencia de que estas nacieron y se desarrollan posteriormente a su formación profesional; lo cual trae consigo, la enorme desventaja para operarlas, en contraparte de los niños de la “GENERACIÓN “D”, que nacen, crecen y viven con ella.

Esta disparidad tan notoria, propicia que el maestro considere que aceptar dicha realidad, socava aún más su ya de por sí deteriorada autoridad, al reconocer que su alumno es mucho mejor que él, en el manejo de esas herramientas.

Tal actitud, aunada a la frágil capacitación y actualización sobre informática educativa que se le proporciona al docente, necesariamente que lo predispone a no aceptar la integración de las TICs al aula; sin reflexionar en el hecho de que, los alumnos de esta nueva generación son totalmente distintos a los del pasado, no solamente en su argot, ropas, gustos, hábitos, juegos, intereses, etc., sino también en su pensamiento y en la forma como procesan la información, muy diferente a como lo hacemos sus precursores. Estas desigualdades cada vez se van haciendo más profundas y van más lejos a futuro, condiciones que día a día, sitúan a los padres y maestros más distanciados de esa nueva generación.

Los estudiantes con los que trabajamos hoy, son fieles representantes de las primeras generaciones formados por estas nuevas tecnologías. Han pasado su vida entera rodeados por computadoras, juegos de video, música digital, videos, teléfonos celulares y otros juguetes y herramientas de la edad digital. Se dice que los graduados universitarios de hoy, han pasado al menos cinco mil horas de su vida leyendo libros de texto, otras diez mil horas jugando a los videojuegos y veinte mil horas viendo televisión. De ahí que la computadora, el e-mail, el Internet, el celular y la mensajería inmediata, son partes integrales de su vida.

Por tal motivo Marc Prensky, que fue quien acuñó el concepto de “nativos digitales” para denominar a la actual generación (N-GEN por generación en red o D-GEN por generación digital), nos refiere que: “los que no nacimos en el mundo digital, pero tenemos algún punto de nuestras vidas cerca y adaptamos a la mayoría de los aspectos de la nueva tecnología, somos Inmigrantes Digitales”.

Y ahí está el detalle, como dijera nuestro inolvidable mimo Cantinflas, los padres y maestros inmigrantes digitales, asumimos que debemos de seguir educando a nuestros hijos y alumnos, igual que a los de siempre, y que los mismos métodos tradicionales con los que fuimos formados, necesariamente nos deben de servir ahora. ¡Craso error!, esta idea no es válida por más tiempo. Los niños de hoy son absolutamente diferentes a los de ayer; y por ende, requieren de que los inmigrantes digitales, dejemos de hablar un lenguaje anticuado y aprendamos a enseñar a una población infantil, que habla perfectamente una nueva lengua digital.

Por eso la necia insistencia de este aprendiz de maestro, de que todo el mundo educativo debe ser revisado, desde la razón de ser de la escuela y demás instituciones educativas, hasta la formación básica que requerimos las personas, las formas de enseñar y de aprender, las infraestructuras y los medios que utilizamos para ello, la estructura organizativa de los centros, los contenidos programáticos, los métodos y procedimiento y …. En fin, una nueva educación digital.

Que este grito en el desierto sea escuchado, antes de que tengamos que pagar las inimaginables consecuencias en lo que más nos duele: ¡nuestros hijos!. Son los deseos para todos ustedes para el 2007.

lunes, 18 de diciembre de 2006

La enciclomedia: la varita mágica de la educación digital.

Muy a pesar de que las autoridades educativas ponderan hasta el cansancio, en forma triunfalista, las bondades del “Programa Enciclomedia” implementado como siempre, en forma obligatoria, vertical y sin la debida capacitación de los maestros, en casi la totalidad de los grados 5º. Y 6º. de primaria y 1º. de secundaria de las escuelas del país, los resultados sin lugar a dudas han sido de mucho ruido y muy pocas nueces.

Y afirmo lo anterior, en base a que lamentablemente, también como siempre, los responsables de la educación siguen ciegos ante la realidad, negándose a reconocer que los procesos de incorporación de tecnología en cualquier ámbito y por supuesto incluyendo a la escuela, pasan generalmente por cuatro fases: 1).- jugar con la idea, 2).- hacer lo viejo a la manera vieja, 3).- hacer lo viejo a la manera nueva, y 4).- hacer cosas nuevas de modos nuevos, como tan acertadamente lo señala Marc Prensky autor del reciente libro “”No me molestes mami. Estoy aprendiendo”.

De tal suerte, de que todos los intentos que se han hecho para elaborar una política de informática educativa, no han sido capaces de sobrepasar las dos primeras fases (jugar con la idea y hacer lo viejo a la manera vieja), razón suficiente para que los infinitos programas que en las últimas décadas han sugerido que ya es hora de tomar en serio a la introducción de las tecnologías en el aula, han sucumbido siempre por las limitaciones del software y el hardware, por la falta de una capacitación gradual y continua de los maestros no formados en estas tecnologías para utilizarlas adecuadamente, a la resistencia tenaz de autoridades y docentes al cambio, por la nulidad de posibilidades para que el maestro sea autónomo, innovador y creativo, etc. etc.

De ahí que creer que la tan mentada “Enciclomedia” es la varita mágica que requiere la nueva educación digital, es una falacia. Pues mientras no reflexionemos y analicemos en serio, la currícula, los planes de estudio y de clase, los métodos y procedimientos; en una palabra, sobre la reestructuración en forma radical de nuestro arcaico sistema educativo, con la participación de los niños, adolescentes y jóvenes, los padres de familia y los maestros, como sus propios creadores y usuarios, y básicamente generadores desde abajo hacia arriba, de un modelo educativo innovador, todo lo que se haga en educación será más de lo mismo, (hacer lo viejo a la manera vieja con apoyo de las TICs), acciones que indudablemente no nos ayudará resolver la crisis educativa en la que estamos inmersos.

O sea, que creer que digitalizando los libros de texto obsoletos (tardan de 5 a 6 años desde que se escriben, editan y se distribuyen) y tener acceso a ligas donde podemos encontrar mayor información es iniciarnos en la educación digital, sin duda que estamos en un grave error.

Falta muchísimo para que las computadoras las podamos convertir en un post-lápiz y papel. Encerrarlas en aulas ad-hoc, prohibiendo el uso de los celulares, el chateo y los lenguajes de los mensajes enviados, de las cámaras web, el acceso a Internet, las demostraciones a través de video y de animaciones power point y flash, entre otras, difícilmente podremos aspirar a hacer cosas nuevas de modos nuevos, finalidad esencial de la nueva escuela del siglo XXI.

Como conclusión podemos señalar que no debemos olvidar que la tecnología sólo es tecnología para los que nacimos antes que ella. De ahí que está generando un recambio generacional de usuarios tecnológicos que tendrá consecuencias decisivas inimaginables. Asumir que los alumnos de hoy son iguales y por lo tanto los métodos tradicionales sirven igual, es un sofisma. Los jóvenes que desde hace varios años se están incorporando al mundo laboral son ya multiplataforma, porque nacieron y viven en un mundo digital; por lo tanto, no aceptan trabajar y aprender si no es empleando lo que para ellos siempre han sido sus herramientas naturales, (computadora, internet, celular, messenger, etc.), que ya forman parte de su organismo, es casi un derecho de nacimiento, puesto que siempre han convivido con ellos. Estar conectados es una necesidad. Son los “nativos digitales”, a diferencia de nosotros los adultos que como “inmigrantes digitales”, hablamos con acento, nos cuesta entender y aprender la tecnología, y por lo tanto, expresarnos digitalmente. Y no nos engañemos, casi la totalidad de los políticos y funcionarios que gobiernan en esta sociedad del conocimiento y de los directivos que manejan las empresas, pertenecen a ese colectivo de inmigrantes. Los analfabetas digitales somos ya los nuevos parias de la Sociedad de la Información y la Comunicación. No entender esto trae como consecuencia que una tecnología de primera generación como es la enciclomedia, sea creída por algunos, como la panacea de la educación del nuevo siglo. En una época de transición como la que estamos viviendo nada es definitivo, todo lo tenemos que experimentar; luego entonces, ¿Por qué echar las campanas al vuelo si la enciclomedia no ha reflejado resultados positivos en la formación de las nuevas generaciones? Quien lo sabe.

jueves, 30 de noviembre de 2006

La educación en telépolis

Dice Javier Echeverría de la Universidad del País Vasco, en su interesante libro “Telépolis: Los señores del aire”: que suele hablarse de los internautas que navegan por el ciberespacio, y del “surfing” en Internet. Aclarando que, sin embargo, es preferible comparar a Internet con un conglomerado de calles y callejones y no con el océano, por los siguientes motivos:

Como en las calles y boulevares de las ciudades, hay mucha gente que se conecta con Internet para curiosear. Unos se detienen ante la sex-shop, otros participan en charlas y grupos de debate; no faltan quienes salen a Internet para ir de compras. Algunos van el cine. Otros visitan museos, universidades o bibliotecas. Mucho telepolitas (ciudadanos de Telépolis) ponen anuncios en Internet vendiendo, comprando, informando, opinando o intercambiando conocimientos. Desde que los periódicos y las revistas han adoptado el formato del World Wide Web, muchos ciudadanos se dedican a ojear la prensa en el telekiosco. Los jóvenes son particularmente aficionados a circular por el zoco de la ciudad global, como siempre sucedió en las ciudades. En resumen, el ciberespacio ofrece toda la pluralidad de formas de interacción humana que han caracterizado a la sociedad civil, incluidas las formas privadas e íntimas de interrelación (chats).

La mayoría de los usuarios de Internet suelen dirigirse a lugares precisos, cuyas direcciones conocen previamente. Algunos curiosean y navegan, pero la mayor parte sabe bien cómo llegar al sitio del ciberespacio que le interesa. No siguen un rumbo, sino un camino. Primero salen de casa (ya están en el Web), luego doblan una esquina (buscan una dirección), llegan a ella, eligen un portal, se introducen en él, pasan a los diversos salones (ventanas de la página Web) y finalmente, si algo les interesa sobremanera, llaman a una puerta (clave de acceso) hasta que conectan personalmente con aquella institución, empresa o individuo que buscaban. La circulación de los usuarios de Internet, se parece muy poco a una navegación marina y mucho a la circulación por una ciudad, siguiendo un código de señales y direcciones previamente conocidas.

Tras haber conectado con el lugar deseado, uno guarda y archiva lo que allí logró. De nuevo estamos en un esquema plenamente ciudadano: es como haber comprado un periódico, haber buscado un artículo en una biblioteca o unos datos en un centro de documentación, o simplemente como haber ido a una tienda, a un concierto, a un cine o a unos grandes almacenes. La novedad estriba en que lo que uno había visto u oído en una ciudad, lo guardaba en su mente. Ahora lo archiva en alguna de las prótesis mentales que caracterizan a los ciudadanos de Telépolis: el disco duro, el CD-Rom, el hipertexto del World Wide Web, etc.

En la calle mayor de Telépolis, en la cual desembocan muchísimas otras calles (red o ayuntamiento de redes ), numerosas empresas, instituciones y personas privadas han puesto en sus portales un nombre y dirección (las Home Pages). De suceder esto en el mar, sólo se daría en las costas. Y ni aun así es comparable la estructura de topónimos marinos con la organización potencialmente ciudadana de Internet. Si algo tiene valor en esta red telemática mundial, como antaño en cualquier cuidad, es saber dónde puede uno encontrar lo que desea o contactar con la persona o institución que le interesa. Los múltiples directorios de Internet que actualmente se publican muestran la tendencia de la red a urbanizarse y a convertirse en parte de una ciudad.
Sea como sea, el vertiginoso crecimiento de Internet permite vislumbrar la aparición de un nuevo espacio público, en el que los ciudadanos dejan de ser espectadores pasivos (como ante la televisión) para convertirse en protagonistas activos de sus propias decisiones e intereses. Internet y las redes telemáticas permiten que los espectadores se conviertan en actores, cuando no en agentes sociales.

Y si bien es cierto, que las cadenas de televisión han ido creando las plazas de la nueva ciudad (telépolis), tanto públicas como privadas. En ellas tienen lugar los grandes espectáculos que se organizan en la ciudad global: Olimpíadas y competiciones deportivas mundialistas, conciertos musicales, fiestas, guerras, desórdenes y acontecimientos históricos en general, (magnicidios, insurrecciones, negociaciones, tratados, funerales, odas, etc.). Cientos de millones de personas suelen estar pendientes de estos grandes eventos, característicos de la ciudad global; en Internet, Las veinte o treinta mil redes confederadas que componen Internet reciben los usos más diversos: grupos de debates, tertulias públicas o privadas, investigación científica, periodismo electrónico, correos, consultas a bibliotecas y centros de documentación, televenta, telecompra, teletrabajo, telesexo, telesalud… y sobre todo, un gran apoyo educativo por su inacabable información.

De tal suerte que Internet no sólo es un nuevo medio de comunicación e información, sino un nuevo medio de producción e interacción, que impacta tanto la vida pública como la privada. Por lo que prefigura una nueva forma de ciudad que va emergiendo en estos principios del siglo XXI y, por ende, exigente de un nuevo ciudadano.

Lástima que los responsables de la educación de nuestros hijos, no quieran darse cuenta de que la ágora, la academia, el liceo, el parvulario y la propia escuela, hay pasaron a ser historia. Lástima que no se percaten que seguimos viviendo en el mismo lugar y con la misma gente, como dice la canción, en vez de apostarle a telépolis y a la “educación digital”, o sea –Internet- y no libro de texto, mouse y no gis y pizarrón. Así es que empecemos ya.

¿Nuevo alfabetismo para el siglo XXI?

Desde el origen del hombre se ha entendido el concepto de “alfabetismo” como la habilidad de interpretar desde las pinturas rupestres realizadas en cuevas, hasta los garabatos que aparecen en una hoja de papiro como signos con los que se expresa una idea, una concepción, o un significado. Enseñar pues a unir palabras para entender y expresar ideas más complejas, se convirtió desde hace miles de años en uno de los objetivos centrales de la educación.

Pero hete ahí, que actualmente la información sobre el mundo en el que vivimos hoy, nos llega no solamente en palabras escritas sobre papel; sino cada vez con mayor frecuencia, mediante imágenes y sonidos provenientes de nuestra cultura multimediática, obligando a nuestros niños y niñas a tener fluidez para la “lectura” y la “escritura”, del lenguaje de los medios, de la misma manera como hasta ahora, les habíamos facilitando “leer “ y “escribir” el lenguaje de la comunicación impresa.

Tal situación plantea un reto formidable al mundo de la educación formal; puesto que durante siglos, la escolaridad se ha diseñado para asegurar que el estudiante aprenda hechos acerca del mundo, que debe demostrar que sabe, contestando correctamente preguntas de exámenes o pruebas. Pero este sistema se vuelve inapropiado cuando los hechos de mayor actualidad están al alcance de todas las personas simplemente oprimiendo el botón de la televisión o de la computadora. De ahí que lo que los alumnos de hoy, lo que realmente requieren es aprender a encontrar lo que necesitan saber, cuando lo necesitan y cómo analizar y evaluar si la información que han encontrado es útil para lo que requieren aprender.

Al respecto, David Berio señala que: “la mayoría de lo que hemos llamado educación formal, ha tenido la intención de imprimir en la mente humana toda la información que podríamos necesitar en la vida. La educación está dedicada al almacenamiento de información. Esto no es hoy en día, ni posible ni necesario. Por el contrario, a los seres humanos se les debe enseñar cómo procesar información que se almacena con tecnología. La educación debe enfocarse en el manejo de datos más que en la acumulación de estos”.

De ahí que la transformación de nuestra cultura de una Era Industrial a una Era de la Información, constituye la razón de ser de este nuevo analfabetismo que, acoplado con una nueva forma de aprender, es crítica en el siglo XXI.

La pregunta crucial para los maestros del nuevo milenio será entonces ¿Cómo van a enfrentar a esta alfabetización? Seguramente que no existe una respuesta categórica para afrontar con éxito este descomunal reto. Pero sí podemos asegurar que en primer lugar, se requiere que los profesores cambien de mentalidad acerca de los viejos paradigmas educativos y aceptar el pensamiento del gran educador brasileiro Paulo Freire cuando expresa: “La educación debe diferenciarse de la “banca”. Ya no es necesario que los docentes sigan depositando información en la cabeza de los estudiantes. El maestro sensato de hoy, debe darse cuenta que él ya nunca jamás deberá actuar como “Letrado en el estrado”, sino más bien, como tutor, guía, conductor, que aliente, aconseje y apoye el proceso de aprendizaje. Las aulas de clase creativas de hoy son aquellas en las que todos aprenden incluyendo a los maestros.

En segundo lugar, los docentes deberán entender que las aulas de clase deben de transformarse de sitios en que se almacenan conocimientos, a espacios educativos que ofrezcan a los alumnos la oportunidad de explorar, experimentar, descubrir…

Y en tercer lugar, tendrán que reconocer que el currículo, las clases y las actividades, deben diseñarse de tal manera que comprometan a los niños y jóvenes, tanto en encontrar soluciones a los problemas, como en la realización de descubrimientos; permitiéndoles que sean ellos mismos los que se apropien del conocimiento.

Ojalá que pronto seamos testigos fidedignos de esa revolución educativa que nos exige y reclama la nueva Sociedad del Conocimiento.

Pedagogía Informacional

En el transcurrir de la historia de la humanidad, la concepción de pedagogía ha cambiado, condicionado por los andamiajes sociales, culturales e ideológicos de los pueblos. De ahí que haya pasado de un servicio doméstico – de la sociedad esclavista griega- a una forma de operar, transmitiendo formalmente conocimientos para preservar la cultura o un orden social establecido a través de los sistemas educativos.

Los paradigmas pedagógicos han oscilado con un enfoque más o menos centrados en el docente o en el alumno, en el aprender haciendo o memorizando, etc. De tal suerte que cada sociedad ha construido un modelo educativo propio, que le ha permitido enfrentar a veces con éxito y algunas no con tanto, los retos y desafíos que esas sociedades le han exigido.

En los inicios del Siglo XXI ante las embravecidas aguas de la globalización y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la nueva sociedad pugna aceleradamente en convertirse en una sociedad informacional, del conocimiento o del aprendizaje, razón más que suficiente para replantear el quehacer pedagógico, mediante una reingeniería educacional que nos permita formar integralmente al ciudadano del mañana.

Estos insólitos escenarios sociales, demandan de una nueva arquitectura educativa, dirigida a un aprendizaje de por vida y a un autodidactismo, que nos permita lograr con cierta facilidad, asimilar los cambios vertiginosos característicos de la época, a través de una nueva hipótesis pedagógica: “aprender a aprender”, utilizando adecuadamente la vasta información en el proceso de aprendizaje. Este nuevo enfoque se le denomina “Pedagogía Informacional”; ante el cual, los maestros y alumnos deben de asumir un nuevo rol más pertinente entre la experiencia humana y la información existente; y sobre todo, que al margen de la información integral del alumno, debemos caer en cuenta que la información debe ser el punto de partida y de llegada en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Desde esta perspectiva, un supuesto mayor de la “Pedagogía Informacional”, radica en que, los verdaderos rendimientos educativos para responder a las exigencias de aprender para toda la vida implican el uso de la información en todas sus dimensiones: acceso, análisis, interpretación, evaluación, producción, etc.; pero este nuevo paradigma no es en sí mismo una respuesta teórica, sino que cuenta con implicaciones prácticas de carácter laboral; por ejemplo, cada vez más, la generación, proceso y transmisión de la información configura los sistemas productivos, financieros y políticos, y en el campo laboral los “trabajadores del conocimiento” acceden a más y mejores empleos, ya que la sociedad industrial con sus aparatosas maquinarias y líneas de obreros inmensas, dan paso a la cultura del microchip, de la información, de la telemática y de la robótica, en donde predomina la información yu el conocimiento como el capital por excelencia.

La “Pedagogía Informacional” por su propia conceptualización está íntimamente relacionada a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC); en efecto, tal como lo señala Berta Sola Valdés “el impacto de las nuevas tecnologías en el área de la información y la comunicación nos lleva a reflexionar sobre los métodos y procesos educativos… el potencial que ofrece Internet para la educación es enorme, si tomamos en cuenta que para el sistema educativo, lo más importante es la información y el conocimiento”.

Pero ¿cuál es la relación entre esta teoría pedagógica y la sociedad informacional?; tal como lo señala Carlos Frade –citado a Castells- la sociedad informacional es “una forma específica de organización social, en la que la generación, el procesamiento y transmisión de la información, se convierten en fuentes fundamentales de productividad y poder”; de ser así, los centros educativos, y en ellos las aulas, y por ende sus docentes y estudiantes deberán asumir que la información es lo crucial y el punto neurálgico para articular los sectores educativos y productivos; es decir, el sistema educativo debe preparar ciudadanos para estas nuevas formas de producción y de poder. Sobre esto, anota Cornella en su ensayo que “una población educada es parte de la política industrial” de una nación, señalando que las políticas educativas deben perfilarse hacia el enfoque competitivo de la economía nacional; asimismo, citando al Premio Nóbel Gari Becker (1997), argumenta que la educación de la población es e mejor salvavidas de una economía; en este contexto, toda inversión en educación es un “seguro” frente a la fragilidad de las burbujas especulativas y bursátiles.

El clásico y lancasteriano “yo enseño, tú aprendes”, y todo su entorno, comienza a ceder espacios a un nuevo paradigma; en el cual, tal como lo describen Coderech y Guitert: en “¿cómo podemos aprender y enseñar con Internet?”, “las nuevas tecnologías, específicamente los sistemas telemáticos, son medios interesantes para introducir pedagogías alternativas y potenciar cambios en las estructuras educativas”.

Es por eso que debemos cambiar la pedagogía bancaria como bien lo señala Paulo Freire, a la Pedagogía Informacional, si queremos volver pertinente a nuestra decrépita educacional tradicional. Así es que empecemos ya.